domingo, 15 de marzo de 2009

Nos reciclamos

En la naturaleza nada se desaprovecha. Según vamos creciendo, toda la materia que nos compone la vamos agregando de los alimentos que ingerimos. Es decir, somos lo que comemos. Cada átomo de Carbono en cada molécula orgánica de nuestro cuerpo se lo hemos robado a otro animal, o vegetal, que a su vez lo cogió del aire en forma de C02, que fue respirado por otro animal, que lo había sacado de otro animal o vegetal… Y así nos remontamos al principio de los tiempos.

Sin embargo, nos renovamos. Vamos recambiando cada una de las piezas de nuestro cuerpo. Renovamos nuestras proteínas, expulsamos lo que no nos vale, y con piezas nuevas nos reconstruimos. ¿Pero seguimos siendo los mismos?

Lo especial, lo que nos diferencia, es la configuración de nuestras moléculas. Lo que tenemos en común con nuestro “yo” de hace 10 años es la posición relativa de nuestras moléculas, porque las piezas las habremos renovado. Es como si fuéramos quitando ladrillos de una casa, y volviendo a poner otros iguales en su sitio, hasta rehacer toda la casa. ¿Seguro que eso nos define?
¡No! Porque la configuración de nuestras moléculas cambia, la simple disposición de nuestras células también cambia. El simple hecho de que estés leyendo esto, está modificando la anatomía de tu cerebro en forma de sinapsis, la configuración de las redes neuronales…

…Nunca somos los mismos…

Pero la reflexión a la que quería llegar antes de ponerme a divagar, era lo que pasa con nosotros cuando morimos. En la naturaleza, nada se desaprovecha. Cuando nos morimos, tenemos un montón enorme de moléculas nutritivas. Y cada una de las bacterias que habitan en nuestro digestivo (y sobre nuestra piel, o que pasaban por ahí ) “se frota los flagelos” ante tal cantidad de comida.

Pero no solo ellas, también hay un ejército de insectos esperando comernos (necrófagos). Los primeros que nos huelen, al poco de morir, y que vienen a poner sus huevos, son las moscas. Concretamente (al menos por aquí) los califóridos, múscidos y sarcofágidos entre otros. Pueden detectar el olor de las primeras fases de descomposición ( en cuestión de minutos) es una distancia considerable para un animal del tamaño de una judía pequeña, de cientos de metros a pocos kilómetros. Más tarde vienen, si pueden, algunos escarabajos, como los sílfidos. Y otros tantos oportunistas, o insectos que van a cazar a esos otros para alimentarse de ellos o sus larvas (necrófilos).

¿No es bonito pensar que al morirnos, nos reencarnamos (¡¡ literalmente !! ) en un montón de animalitos?

Si pensáis incineraros, tened en cuenta que el CO2 emitido durante la combustión volará a la atmósfera, os captarán las plantas , harán hojas, tallos y frutos con vuestras moléculas, quizá alguna flor… y probablemente algún otro animal vuelva a comeros. ¡Y el ciclo sigue!
¿No es bonito pensar que cada pedazo de nosotros ha estado alguna vez en una vaca, en una gramínea, en una fruta, en la atmósfera, en un medieval, en un Homo erectus o en un Tiranosaurio??

No, no existe un alma que podamos identificar en alguno de los pasos. Teóricamente, si se pudiera colocar un montón de átomos del mismo modo en que están colocados en otra persona, habríamos formado, literalmente, la misma persona.

Por suerte o por desgracia, somos demasiado improbables y no se puede luchar contra la termodinámica...

No tenemos un alma que nos haga únicos, tenemos la improbabilidad de que haya otro ser igual que cada uno de nosotros.

3 comentarios:

  1. Una forma muy bonita de explicarnos lo asqueroso que puede llegar a ser morirse, jaja, huevos de mosca en la boca...hum...ya estoy impaciente

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  2. Al habla Tuca, la tocahuevos de la ortografía!!

    "...porque las piezas la sabremos renovado..."

    ¿Tú crees que "la sabremos" renovar? Yo no estoy tan segura de saber esas cosas, más bien las hace mi subconsciente...

    Jijiji, perdona, me voy a tocar los huevos (de mosca) a otro muerto...

    Muy bonito tu blog!!

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  3. Ya está, corregido. ¡Gracias por los comentarios! :-)

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